miércoles, 4 de diciembre de 2013

SE FUE EL ÚNICO JUGADOR CELESTE QUE CONCURRIÓ A CUATRO MUNDIALES Sin retorno: Pedro Rocha entró al arco Murió Rocha. La noticia, surgida en la mañana del 23 de noviembre pasado, no fue sorpresa. Hacía años que se esperaba.

SE FUE EL ÚNICO JUGADOR CELESTE QUE CONCURRIÓ A CUATRO MUNDIALES

Sin retorno: Pedro Rocha entró al arco

Murió Rocha. La noticia, surgida en la mañana del 23 de noviembre pasado, no fue sorpresa. Hacía años que se esperaba.
Jorge Savia
Es que en noviembre de 2007, cuando Uruguay jugó con Brasil por las Eliminatorias en San Pablo, Ovación lo reunió en una charla con Darío Pereyra y Pedro, que por la ingesta de medicamentos que le eran vitales ya tenía el rostro delimitado por unas redodences que no eran naturales, hablaba lento, pausado, como si estuviera cansado de tanto trajinar la cancha, yendo y viniendo de área a área con su tranco casi de maratonista y zancadas largas, como lo hacía cuando jugaba.
Sin embargo, no; Rocha zafó aquel sábado. No entró al más allá. El destino quiso que quedara la sensación de que había entrado y salido, tal cual lo hizo en la que -como ídolo indiscutido de Peñarol- haya sido, quizá, su jugada individual más visceralmente recordada, cuando (ver nota aparte) eludió al arquero rival en un clásico, entró con la pelota al arco de la Ámsterdam, dio una vuelta por detrás de la raya y salió trotando -con la pelota al pie- trotando hacia el medio de la cancha.

Desgarro.

Después de eso, entonces, sí; la vida, o la muerte, decidieron que Rocha se fuera el lunes pasado, como su extraordinaria trayectoria lo merecía, al fin y al cabo: bajo un palio de reconocimiento y congoja menos partidario, y más acorde a lo que representa su figura en el marco de la historia del fútbol uruguayo.
Es que el "Daro", como lo llamaban en el Cerro -su barrio natal- de Salto, no sólo es el único jugador celeste que asistió a cuatro mundiales y, por reconocido y respetado, hasta los propios hinchas de Nacional que lo vieron jugar, aunque lo sufrieran bastante, hoy se preguntan con nostalgia qué pudo haber pasado en el Mundial de México si en el debut contra Israel no se hubiese desgarrado y quedara descartado para todo el campeonato.
No es para menos. Jugando de entreala -hoy, volante- derecho, solía bajar hasta las cercanías de su área para luego, desde allí, armar el juego que él mismo era capaz de rematar, tras un largo recorrido que era devorado por sus piernas largas, con su más característica arma de ataque: de tronco erguido, sin encorvarse, recortaba la marcha, enganchaba para cualquiera de sus dos perfiles, preferentemente el derecho, y sacaba el latigazo fortísimo, espectacular, que en la mayoría de las veces parecía que iba a hacer explotar la red del arco contrario.

Goleador.

No en balde, pese a esa función que lo llevaba a retrasarse y desplegar un largo e intenso trajinar adentro de la cancha, el salteño fue el goleador de la Copa América de 1967 que Uruguay ganó en el Estadio Centenario, y también tres veces (1963, 1965 y 1968) del Campeonato Uruguayo.
Impresionante. Igual que su palmarés, potenciado por la circunstancia no casual, sino vinculante, de haber integrado grandes equipos, que dejaron una marca con sus campañas: en 1960, 1961, 1962, 1964, 1965, 1967 y 1968, "El verdugo" -como le puso la hinchada de Peñarol por la imponencia de sus golazos y, sobre todo, sus goles en los clásicos- fue campeón uruguayo con Peñarol, además de campeón de la Copa Libertadores en 1960, 1961 y 1966, campeón de la Copa Intercontinental en 1961 y 1966, y campeón de la Supercopa en 1969; mientras que en 1971 y 1975 fue campeón paulista y en 1977 de Brasil con el Sao Paulo.

Pelé.

En todas esas conquistas, además, Rocha fue un jugador gravitante, al punto tal de que a principios de los 70 el mismísimo Pelé lo consideró como uno de los cinco mejores del mundo, y también fue elegido como el mejor del año por el periodismo deportivo en Brasil, cuando "o Rey" todavía mantenía su rutilante vigencia en el Santos.
Tal vez por esto último, el salteño se quedó para siempre, no sólo en San Pablo, sino viviendo a pocas cuadras del estadio Morumbí, donde, pese al paso del tiempo, hasta hace poco el Sao Paulo lo seguía llevando como invitado de honor a un palco Vip cuando jugaba un partido importante.
Con esa imagen, pues, el lunes pasado Rocha entró al más allá. Esta vez para no volver. Se debe haber quedado prendido a la red de la eternidad, para sacudirla por última vez con un dato íntimo que lo sitúa, en cierta medida, dentro del espectro histórico del fútbol uruguayo: el 3 de marzo pasado, cuando murió Luis Cubilla, se le recordó como uno de los grandes delanteros de todos los tiempos; y es exacto. Pues bien, en las divisiones inferiores de Peñarol, y después en el equipo principal, al "Negro" nunca le gustó jugar de puntero; es que no era puntero: llegó desde Paysandú como entreala. Se corrió -o lo corrieron- porque en ese puesto estaba el "Daro" que había llegado desde Salto.

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